¿Qué puede esperar México con Biden?
Estrategia$
Lunes, 25 de Enero de 2021
Si bien nadie sabe con precisión cuál será el sello que imprimirá el Presidente Joe Biden a las relaciones de su país con el resto del mundo, una cosa está clara: será apegado a la tradición diplomática y de compromiso para contribuir a resolver los grandes retos que han traído consigo el crecimiento demográfico y la globalización. Una postura contraria a la que adoptó Donald Trump en sus cuatro años de gobierno.
Los decretos ejecutivos firmados por el mandatario apenas en su primer día de trabajo, así lo indican. Entre otros, ordena reincorporarse a los acuerdos climáticos de Paris, cancela la salida de la OMS, detiene la construcción del muro con México, anula el veto migratorio a viajeros procedentes de once países mayormente musulmanes, detiene la expulsión de migrantes hasta que se revisen los procedimientos actuales y pide a los Departamentos de Justicia y de Seguridad Nacional tomar “todas las medidas necesarias” para salvaguardar el programa DACA.
Es evidente que Biden llevará a cabo acciones encaminadas a restituir el daño que se hizo en las relaciones con sus principales aliados. Y con ello, buscará retomar el lugar que abandonó su predecesor en cuanto a liderazgo mundial y salvaguarda de intereses.
Su estrategia para reactivar la economía de EU, misma que incluye un plan de apoyo por 1.9 billones de dólares, beneficiarán de rebote a México. La alta dependencia de nuestro país con respecto al sector exportador habrá de traducirse en mayor crecimiento, inversión y empleo en la medida que la confianza y el consumo en aquel país regresen a sus niveles prepandemia. Asimismo, no hay que descartar una mayor inyección de remesas las cuáles, como es bien conocido, las reciben mayormente familias de bajos ingresos en nuestro país. Y si bien es cierto que de esto se habla con optimismo, también lo es que no todo será color de rosa.
Biden es un político de carrera cuya ideología y estilo no coinciden con los de AMLO. Y esto tarde o temprano afectará las relaciones entre ambos gobernantes, pues es obvio que no es fácil negociar con quien existe cierta animadversión. Esa que surgió, en parte, por el apoyo que Trump presumió tener de nuestro presidente ante la comunidad latina durante el proceso electoral, así como por la tardanza de este último en reconocer a Biden como presidente electo.
Es un hecho que, a una mayoría de legisladores demócratas de aquel país, les preocupa la situación de inestabilidad política e inseguridad que se vive en México. Y si bien Trump estaba consciente de ello, en su afán proteccionista y aislacionista en vez de apoyar soluciones optó por construir un muro. Con Biden al frente, sus correligionarios promoverán una mayor injerencia en nuestros asuntos internos, aduciendo cuestiones de seguridad nacional. De aquí que no se descarte más vigilancia en términos de los acuerdos bilaterales y multilaterales que México tiene firmados. Asimismo, que emitan más “recomendaciones” a seguir organismos internacionales como son: Banco Mundial, FMI y OCDE, entre otros.
Biden ha expresado que buscará cristalizar el proyecto de una red eléctrica alimentada principalmente de energías renovables desde su país hasta Colombia, pasando por México y Centroamérica. Su visión en este sentido puede que no coincida con la de AMLO. Y esto podría traducirse en fricciones.
La carta de tres funcionarios de EUA a unos días de concluir el mandato de Trump a los Secretarios de Relaciones Exteriores, Energía y Economía de nuestro país, en la que reclamaron el bloqueo a la inversión privada en materia energética y las medidas adoptadas para favorecer a Pemex y CFE, es ejemplo de la postura que comparten muchos en el Congreso norteamericano, sin distingo de partido.
En este contexto, el gobierno mexicano deberá pensar dos veces antes de volver a someter a consulta popular cualquier asunto relacionado a inversiones de origen norteamericano, tal y como sucedió en el caso de la cervecera Constellation Brands. Asimismo, ejercer mesura a la hora de modificar leyes que tengan que ver con compromisos comerciales, laborales y ambientales suscritos en el T-MEC. No hacerlo puede impactar negativamente la relación comercial y, por ende, nuestras perspectivas de crecimiento económico.