Venezuela: La calamidad es responsabilidad de políticos
Monitor Económico de Baja California
Martes, 21 de Mayo de 2019
El intercambio comercial y el avance tecnológico son las principales razones del fenómeno de globalización de las últimas décadas. Paralelamente, con este proceso se han evidenciado los malos gobiernos que pululan por el mundo. No importa el hemisferio en que se encuentren o la ideología que profesen, son contados aquellos que se distinguen por dar debida respuesta a las demandas sociales e implantar políticas y estrategias económicas que posibiliten un futuro de bienestar en condiciones de libertad.
La globalización es inevitable y, en mi opinión, imparable. Esto, pese al resurgimiento de populismos nacionalistas en algunas naciones con sus consecuentes amenazas. No obstante, a largo plazo, se ve difícil un retorno al proteccionismo característico de los años previos a la segunda guerra, so pena de repetir una conflagración mundial. Una que, en caso de presentarse, acabaría con la vida en el planeta.
Hemos podido confirmar que la principal limitación para encontrar solución a los problemas globales no radica en la falta de recursos naturales, humanos, de capital o tecnológicos, sino en la obstinación y falta de moral de aquellos en quienes se deposita la confianza para resolverlos, es decir, en los políticos. Éstos y los sistemas que los llevan y mantienen en el poder, se ha convertido en la principal desgracia humana.
Venezuela es el ejemplo más reciente del sufrimiento que generan aquellos que obran sin escrúpulos ni vacilación. Su economía se ha colapsado y de acuerdo con analistas internacionales, representa el desplome más vertiginoso de nación alguna en los últimos 45 años. Incluso más allá de casos emblemáticos como: Zimbabue, Grecia, Libia, Siria, Iraq, Líbano, Cuba o la otrora Unión Soviética, por mencionar los más recientes.
Es innegable que lo ocurrido en este país hermano tiene mucho que ver con su riqueza petrolera, pues posee las mayores reservas probadas del mundo. La ambición y corrupción de sus gobernantes, los intereses de corporaciones internacionales y el imperialismo de siempre, se han combinado para infligir a su pueblo un sufrimiento sin parangón.
De acuerdo con el FMI, en 2019 el PIB retrocederá 25%, tras caer 18% el año pasado. En los últimos 5 años la economía tuvo una contracción de más de 50%. La hiperinflación cerró 2018 en un porcentaje de millón y medio y para este año se calcula alcanzará un porcentaje cercano a 10 millones. Por su parte, la tasa de desempleo alcanzará 44.3% desde 35% en 2018. Según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores el salario mínimo, equivalente a 12 dólares al mes, sólo alcanza para adquirir la décima parte de la canasta básica alimentaria. En estas condiciones, la crisis económica se ha convertido en crisis humanitaria.
El cómo se llegó a la situación actual será motivo de discusión y análisis por años. Algunos dirán que fue resultado de las políticas autoritarias impuestas por el presidente Hugo Chávez en sus 14 años de mandato (1999-2013) y que han sido exacerbadas por su sucesor, Nicolas Maduro. Otros echarán la culpa a las sanciones impuestas por Estados Unidos a partir de agosto de 2017. así como el seguimiento y apoyo a éstas por parte de países aliados.
De acuerdo con el Gobierno de Maduro, en 2018 Venezuela incurrió en una pérdida de más de 20 mil millones de dólares como resultado de dichas medidas, situación que se agravó en lo que va de este año por la cancelación de órdenes de compra a PDVSA (Petrolera Estatal), la cesión del control de CITGO (empresa estatal que opera en EU), así como de cuentas bancarias del estado venezolano en territorio norteamericano al Gobierno de Transición de Juan Guaidó. Igualmente, por otras medidas punitivas que aplicó la Unión Europea y algunos países latinoamericanos.
Independientemente de quien tenga la razón una cosa es cierta: tanto políticos como representantes de la comunidad internacional no pueden eludir su responsabilidad por las carencias y dolor que sus acciones han provocado en los venezolanos.
Conforme a un documento titulado “Economic sanctions as collective punishment: The case of Venezuela” (Sanciones económicas como castigo colectivo: El caso de Venezuela de Weisbrot and Sachs, 2019), las sanciones impuestas por EUA “…redujo la ingesta calórica del público, aumentó la enfermedad y la mortalidad (tanto para adultos como para bebés) y desplazó a millones de venezolanos que huyeron del país como resultado del empeoramiento de la depresión económica y la hiperinflación ". Se afirma también que "…las sanciones han infligido [...] un daño muy grave para la vida y la salud humanas, incluyendo un estimado de más de 40,000 muertes entre 2017-2018 ".
Las cifras anteriores -sean exactas o no- ilustran los costos que la sociedad de la tierra del Tepuy pagará por las malas acciones de gobernantes propios y extraños, más lo que se acumule de aquí hasta el punto de recuperación. Esto obliga a reflexionar sobre el papel que ejercen los políticos en la vida de todos.
En las organizaciones privadas -sean lucrativas o no- los propietarios y consejos de administración demandan estén dirigidas por personas aptas. Muchas veces exigiendo excelencia. Sin embargo, cuando uno voltea y analiza las características de quienes dirigen al mundo, está claro que muchos no responden a vara alguna que mida sus aptitudes. No sólo se distinguen por ser incompetentes, pero dormiríamos más tranquilos si varios estuvieran confinados en manicomios.
Para que el mundo progrese con libertad y justicia, urge transformar los sistemas políticos que imperan e imponer estándares mínimos para quienes deseen practicar la política. Mientras no lo hagamos, casos como el de Venezuela se repetirán.
Monitor Económico de BC
Martes, 21 de Mayo de 2019
El intercambio comercial y el avance tecnológico son las principales razones del fenómeno de globalización de las últimas décadas. Paralelamente, con este proceso se han evidenciado los malos gobiernos que pululan por el mundo. No importa el hemisferio en que se encuentren o la ideología que profesen, son contados aquellos que se distinguen por dar debida respuesta a las demandas sociales e implantar políticas y estrategias económicas que posibiliten un futuro de bienestar en condiciones de libertad.
La globalización es inevitable y, en mi opinión, imparable. Esto, pese al resurgimiento de populismos nacionalistas en algunas naciones con sus consecuentes amenazas. No obstante, a largo plazo, se ve difícil un retorno al proteccionismo característico de los años previos a la segunda guerra, so pena de repetir una conflagración mundial. Una que, en caso de presentarse, acabaría con la vida en el planeta.
Hemos podido confirmar que la principal limitación para encontrar solución a los problemas globales no radica en la falta de recursos naturales, humanos, de capital o tecnológicos, sino en la obstinación y falta de moral de aquellos en quienes se deposita la confianza para resolverlos, es decir, en los políticos. Éstos y los sistemas que los llevan y mantienen en el poder, se ha convertido en la principal desgracia humana.
Venezuela es el ejemplo más reciente del sufrimiento que generan aquellos que obran sin escrúpulos ni vacilación. Su economía se ha colapsado y de acuerdo con analistas internacionales, representa el desplome más vertiginoso de nación alguna en los últimos 45 años. Incluso más allá de casos emblemáticos como: Zimbabue, Grecia, Libia, Siria, Iraq, Líbano, Cuba o la otrora Unión Soviética, por mencionar los más recientes.
Es innegable que lo ocurrido en este país hermano tiene mucho que ver con su riqueza petrolera, pues posee las mayores reservas probadas del mundo. La ambición y corrupción de sus gobernantes, los intereses de corporaciones internacionales y el imperialismo de siempre, se han combinado para infligir a su pueblo un sufrimiento sin parangón.
De acuerdo con el FMI, en 2019 el PIB retrocederá 25%, tras caer 18% el año pasado. En los últimos 5 años la economía tuvo una contracción de más de 50%. La hiperinflación cerró 2018 en un porcentaje de millón y medio y para este año se calcula alcanzará un porcentaje cercano a 10 millones. Por su parte, la tasa de desempleo alcanzará 44.3% desde 35% en 2018. Según el Centro de Documentación y Análisis para los Trabajadores el salario mínimo, equivalente a 12 dólares al mes, sólo alcanza para adquirir la décima parte de la canasta básica alimentaria. En estas condiciones, la crisis económica se ha convertido en crisis humanitaria.
El cómo se llegó a la situación actual será motivo de discusión y análisis por años. Algunos dirán que fue resultado de las políticas autoritarias impuestas por el presidente Hugo Chávez en sus 14 años de mandato (1999-2013) y que han sido exacerbadas por su sucesor, Nicolas Maduro. Otros echarán la culpa a las sanciones impuestas por Estados Unidos a partir de agosto de 2017. así como el seguimiento y apoyo a éstas por parte de países aliados.
De acuerdo con el Gobierno de Maduro, en 2018 Venezuela incurrió en una pérdida de más de 20 mil millones de dólares como resultado de dichas medidas, situación que se agravó en lo que va de este año por la cancelación de órdenes de compra a PDVSA (Petrolera Estatal), la cesión del control de CITGO (empresa estatal que opera en EU), así como de cuentas bancarias del estado venezolano en territorio norteamericano al Gobierno de Transición de Juan Guaidó. Igualmente, por otras medidas punitivas que aplicó la Unión Europea y algunos países latinoamericanos.
Independientemente de quien tenga la razón una cosa es cierta: tanto políticos como representantes de la comunidad internacional no pueden eludir su responsabilidad por las carencias y dolor que sus acciones han provocado en los venezolanos.
Conforme a un documento titulado “Economic sanctions as collective punishment: The case of Venezuela” (Sanciones económicas como castigo colectivo: El caso de Venezuela de Weisbrot and Sachs, 2019), las sanciones impuestas por EUA “…redujo la ingesta calórica del público, aumentó la enfermedad y la mortalidad (tanto para adultos como para bebés) y desplazó a millones de venezolanos que huyeron del país como resultado del empeoramiento de la depresión económica y la hiperinflación ". Se afirma también que "…las sanciones han infligido [...] un daño muy grave para la vida y la salud humanas, incluyendo un estimado de más de 40,000 muertes entre 2017-2018 ".
Las cifras anteriores -sean exactas o no- ilustran los costos que la sociedad de la tierra del Tepuy pagará por las malas acciones de gobernantes propios y extraños, más lo que se acumule de aquí hasta el punto de recuperación. Esto obliga a reflexionar sobre el papel que ejercen los políticos en la vida de todos.
En las organizaciones privadas -sean lucrativas o no- los propietarios y consejos de administración demandan estén dirigidas por personas aptas. Muchas veces exigiendo excelencia. Sin embargo, cuando uno voltea y analiza las características de quienes dirigen al mundo, está claro que muchos no responden a vara alguna que mida sus aptitudes. No sólo se distinguen por ser incompetentes, pero dormiríamos más tranquilos si varios estuvieran confinados en manicomios.
Para que el mundo progrese con libertad y justicia, urge transformar los sistemas políticos que imperan e imponer estándares mínimos para quienes deseen practicar la política. Mientras no lo hagamos, casos como el de Venezuela se repetirán.
Monitor Económico de BC