TLCAN, tarde para un acuerdo en mayo
La Voz de la Frontera
Martes 15 de Mayo de 2018
Soy de los convencidos que los acuerdos en favor de un mayor intercambio de bienes y servicios entre naciones pueden ser a largo plazo benéficos para todas las partes firmantes. Sin embargo, para que esto suceda las negociaciones deben sustentarse en principios de respeto, justicia y equidad.
Lamentablemente, desde sus inicios la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha estado lejos de estos considerandos.
El presidente de los EUA, Donald Trump, no ha dejado de atacar a México y Canadá aduciendo que el acuerdo ha sido “un desastre total” para su país. Y constantemente ha lanzado amenazas para que la renegociación se traduzca en acuerdos ventajosos para ellos o en caso contrario, procederá a cancelarlo.
Al respecto, hay quienes sostenemos que la retórica de Trump ha sido una estrategia para lograr ventajas máximas, a sabiendas que el impacto negativo para México por la cancelación llevaría años en repararse. Y es que, si en verdad el TLCAN fuera tan “terrible” para los intereses de EUA, lo lógico habría sido derogarlo al día siguiente de tomar protesta como primer mandatario.
Hasta ahora, Canadá y México han sido tolerantes. Se han apegado fielmente a los protocolos que marca la diplomacia internacional. En el caso nuestro se ha ido más allá, pues no sólo hemos aguantado la presión derivada por la posible cancelación del Tratado, sino que hemos callado ante los múltiples insultos tratándose de los migrantes ilegales y la construcción del muro fronterizo.
Conforme al refrán popular que dice: “Le das la mano y se toma el brazo”, creo que hemos llegado al límite. Y lo que más conviene al país es dejar que la renegociación se prorrogue para después de la elección presidencial, pues está claro que el gobierno de Peña Nieto adolece de la fuerza y la representatividad para lograr un buen arreglo. Más aún, dada la presión que implican los tiempos, hacerlo a estas alturas significaría dejar huella histórica de que se actuó de manera irresponsable y sumisa, independientemente de los resultados obtenidos.
El gobierno de Trump tiene hasta el próximo 17 de mayo como fecha límite para notificar al Congreso que ha convenido firmar un nuevo Tratado, si quiere someterlo para ser aprobado este año por la Cámara en funciones. De no hacerlo, el consentimiento se prolongaría hasta 2019 con el riesgo de que la nueva legislatura no le sea afín.
En este contexto, la presión por alcanzar un arreglo antes de la fecha límite ha pasado al gobierno de Trump. Y esto implica ventajas para México y Canadá que no han aceptado hasta ahora las condiciones de EUA en tres temas fundamentales: 1) Contenido regional, especialmente para la industria automotriz; 2) Mecanismo para solución de controversias y 3) Cláusula de terminación o “sunset” cada cinco años.
Adicionalmente, el gobierno mexicano rechaza imposiciones en cuanto a estacionalidad agrícola y fijación de salarios, particularmente en la industria automotriz.
Se ve difícil que Trump ceda en sus pretensiones de lograr un acuerdo ventajoso para EUA. Su postura de crítica constante así lo demuestra. No obstante, el gobierno mexicano por ningún motivo debe aceptar un arreglo que represente sacrificios, en vez de condiciones de ganar-ganar para todas las partes.
Lo peor que podría pasar sería que el Tratado se cancelara. Y siendo optimistas, habría que asumir que “no hay mal que por bien no venga”. Quizá esto permitiría sentar las bases para llevar a cabo la reforma estructural que el país verdaderamente necesita. Esa que ningún candidato presidencial o partido político quieren reconocer como necesaria y menos, urgente. Me refiero a aquella que permita tener un sistema político competitivo, que promueva candidaturas de personas preparadas y honestas. Que acabe con la partidocracia depredadora que tenemos y permita la refundación de la República, teniendo como fin la desconcentración y descentralización del poder político y económico.
En general, la que permita redimensionar el tamaño de los poderes y ramas del gobierno para que así estén realmente al servicio de la sociedad y no de quienes gobiernan.
Hay que tener presente que si bien el TLCAN es importante para el futuro del país, no es la única vía para lograr las metas que perseguimos en términos de crecimiento económico y bienestar general. Fue una alternativa en su momento y, como tal, no es de extrañar que pierda viabilidad. Toda actividad económica está sujeta a los cambios del entorno en que se realiza y su continuidad depende siempre de su resiliencia, es decir, de su capacidad para adaptarse y superar la adversidad que trae consigo el factor tiempo.
Martes 15 de Mayo de 2018
Soy de los convencidos que los acuerdos en favor de un mayor intercambio de bienes y servicios entre naciones pueden ser a largo plazo benéficos para todas las partes firmantes. Sin embargo, para que esto suceda las negociaciones deben sustentarse en principios de respeto, justicia y equidad.
Lamentablemente, desde sus inicios la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) ha estado lejos de estos considerandos.
El presidente de los EUA, Donald Trump, no ha dejado de atacar a México y Canadá aduciendo que el acuerdo ha sido “un desastre total” para su país. Y constantemente ha lanzado amenazas para que la renegociación se traduzca en acuerdos ventajosos para ellos o en caso contrario, procederá a cancelarlo.
Al respecto, hay quienes sostenemos que la retórica de Trump ha sido una estrategia para lograr ventajas máximas, a sabiendas que el impacto negativo para México por la cancelación llevaría años en repararse. Y es que, si en verdad el TLCAN fuera tan “terrible” para los intereses de EUA, lo lógico habría sido derogarlo al día siguiente de tomar protesta como primer mandatario.
Hasta ahora, Canadá y México han sido tolerantes. Se han apegado fielmente a los protocolos que marca la diplomacia internacional. En el caso nuestro se ha ido más allá, pues no sólo hemos aguantado la presión derivada por la posible cancelación del Tratado, sino que hemos callado ante los múltiples insultos tratándose de los migrantes ilegales y la construcción del muro fronterizo.
Conforme al refrán popular que dice: “Le das la mano y se toma el brazo”, creo que hemos llegado al límite. Y lo que más conviene al país es dejar que la renegociación se prorrogue para después de la elección presidencial, pues está claro que el gobierno de Peña Nieto adolece de la fuerza y la representatividad para lograr un buen arreglo. Más aún, dada la presión que implican los tiempos, hacerlo a estas alturas significaría dejar huella histórica de que se actuó de manera irresponsable y sumisa, independientemente de los resultados obtenidos.
El gobierno de Trump tiene hasta el próximo 17 de mayo como fecha límite para notificar al Congreso que ha convenido firmar un nuevo Tratado, si quiere someterlo para ser aprobado este año por la Cámara en funciones. De no hacerlo, el consentimiento se prolongaría hasta 2019 con el riesgo de que la nueva legislatura no le sea afín.
En este contexto, la presión por alcanzar un arreglo antes de la fecha límite ha pasado al gobierno de Trump. Y esto implica ventajas para México y Canadá que no han aceptado hasta ahora las condiciones de EUA en tres temas fundamentales: 1) Contenido regional, especialmente para la industria automotriz; 2) Mecanismo para solución de controversias y 3) Cláusula de terminación o “sunset” cada cinco años.
Adicionalmente, el gobierno mexicano rechaza imposiciones en cuanto a estacionalidad agrícola y fijación de salarios, particularmente en la industria automotriz.
Se ve difícil que Trump ceda en sus pretensiones de lograr un acuerdo ventajoso para EUA. Su postura de crítica constante así lo demuestra. No obstante, el gobierno mexicano por ningún motivo debe aceptar un arreglo que represente sacrificios, en vez de condiciones de ganar-ganar para todas las partes.
Lo peor que podría pasar sería que el Tratado se cancelara. Y siendo optimistas, habría que asumir que “no hay mal que por bien no venga”. Quizá esto permitiría sentar las bases para llevar a cabo la reforma estructural que el país verdaderamente necesita. Esa que ningún candidato presidencial o partido político quieren reconocer como necesaria y menos, urgente. Me refiero a aquella que permita tener un sistema político competitivo, que promueva candidaturas de personas preparadas y honestas. Que acabe con la partidocracia depredadora que tenemos y permita la refundación de la República, teniendo como fin la desconcentración y descentralización del poder político y económico.
En general, la que permita redimensionar el tamaño de los poderes y ramas del gobierno para que así estén realmente al servicio de la sociedad y no de quienes gobiernan.
Hay que tener presente que si bien el TLCAN es importante para el futuro del país, no es la única vía para lograr las metas que perseguimos en términos de crecimiento económico y bienestar general. Fue una alternativa en su momento y, como tal, no es de extrañar que pierda viabilidad. Toda actividad económica está sujeta a los cambios del entorno en que se realiza y su continuidad depende siempre de su resiliencia, es decir, de su capacidad para adaptarse y superar la adversidad que trae consigo el factor tiempo.