¿Quién Conviene Para Próximo Presidente?

La Voz de la Frontera
Martes 6 de Febrero de 2018

Permítame llamar la atención al título de esta colaboración. Intencionalmente utilicé la combinación “quién conviene para” en vez de “quién es el mejor para ser”, porque si bien es deseable que ambas condiciones estén presentes en una persona, la verdad es que pueden ser circunstancias independientes una de otra.

Nuestras vidas están llenas de situaciones en las que nos vemos en la necesidad de elegir entre lo mejor o lo más conveniente. Así, por ejemplo, cuando vamos al supermercado sabemos que en el departamento de cárnicos lo mejor son los cortes finos, pero por conveniencia decidimos ya sea por carne molida o pollo.

En este caso, el factor que condiciona nuestra elección quizá sea nuestra capacidad de compra. En materia política podemos aplicar una analogía similar, aunque con componentes distintos. Sin mencionar partidos o candidatos en específico, elucubremos que uno destaca por ser el más inteligente, conocedor(a), responsable, prudente, ordenado(a), político(a), patriota y honesto(a). Si éstos fueran los únicos requisitos para decidir la contienda electoral, podríamos decir que dicho personaje calificaría también como el más conveniente.

No obstante, esta aserción deja de ser válida en el momento en que el entorno obliga a considerar otros elementos. Hoy, como pocas veces en la historia moderna de México, hay factores ajenos a las cualidades que puede tener cada uno de los aspirantes a la Presidencia, situación que lleva a pensar que el país necesita que triunfe quien sea el más conveniente y no necesariamente el mejor. Y la pregunta obligada es: ¿Cuál es el factor condicionante en este caso? En mi opinión, aquel que pueda evitar el rompimiento social. De acuerdo con diversas encuestas de opinión, desde hace tiempo la mayoría de los mexicanos estamos inconformes con el rumbo del país.

Hay un malestar generalizado -al que muchos califican de hartazgo- que se ha hecho evidente hasta en el extranjero. El problema estriba en que la mayoría de los políticos -con honrosas excepciones- parecen no darse cuenta del peligro que esto entraña, pues piensan y actúan igual que siempre. Apoyados en el uso clientelar de los programas sociales, logran la permanencia en el poder, hecho que si bien les da autoridad legal está muy lejos de lo moral.

El agravio social crece acompañado de encono y resentimiento. Y se registran protestas a lo largo y ancho del país. La mayoría utiliza los cauces legales, pero no falta se opte por formas violentas. Como nunca, vemos que el sector empresarial -otrora aliado del poder político- se revela también y lanza severas críticas, especialmente en temas de corrupción, impunidad y mal uso de los recursos públicos. Afortunadamente, la inconformidad social se ha contenido. Hay que reconocer la contribución de líderes políticos y sociales en este proceso. No obstante, tarde que temprano la mesura se agota.

La sociedad quiere cambio y la historia enseña que éste sólo se obtiene por días vías: Con reformas a través de los procesos democráticos o en ausencia de éstos, por la revolucionaria. Mientras una sociedad tenga esperanzas de lograr la transformación a través de sus instituciones, ésta se apegará a las reglas que el sistema imponga. Pero si esa ilusión se desvanece, habrá campo fértil para la insurrección. Creo que los mexicanos albergamos aún la esperanza de lograr el cambio que merecemos por la senda institucional. De ahí que esta elección será una de las más importantes en la historia moderna del país, no sólo porque estará en juego la Presidencia y más de 2 mil 800 puestos públicos, muchos con posibilidad de reelección, sino porque pondrá a prueba nuestra capacidad para mantener el orden social.

Si las elecciones fueran hoy, todo apunta a que el ganador sería Andrés Manuel López Obrador. Independientemente de si es o no el mejor para gobernar, dado el contexto descrito líneas arriba -guste o no- representa al candidato de conveniencia, pues es quien ofrece la mayor oferta de cambio hasta ahora. Incluso, no en balde su partido ha tomado la frase “La Esperanza de México” como slogan para llegar al subconsciente de todo aquel que aspira a la transformación del país. Asimismo, salta a la vista que sus adversarios utilizan cada día más los mismos argumentos que dicha representación maneja por años, como plataforma política para alcanzar el poder.

Si el triunfador resultara ser otro candidato, ya sea postulado por partido o un independiente, ojalá y lo haga con una diferencia tal que despeje cualquier duda de fraude electoral, pues de no ser así los riesgos serían mayúsculos, particularmente en el centro y sur del país.