Cárcel y No Sólo Castigo Divino
La Voz de la Frontera
Martes 21 de Noviembre de 2017
Cuenta la anécdota que un día una mamá escuchó a su hijo rogarle a Dios para que le trajera una bicicleta. Ella se acercó al niño y con angustia le dijo: “Hijo las cosas no funcionan así. En este mundo, nuestro Señor sólo concede el perdón a quien se arrepiente de verdad y lo pide humildemente. Nuestro Salvador no otorga cosas materiales”, subrayó.
Al día siguiente, el niño fue y se robó una bicicleta e inmediatamente después se dirigió a la iglesia más cercana para confesarse y obtener la absolución.
La historieta viene al caso porque algunos hombres de negocios y políticos actúan exactamente igual que el chiquillo. Engañan, roban y abusan del poder, entre otras cosas, y luego acuden a la iglesia de su preferencia a confesarse. Y al día siguiente -como si nada- inician un nuevo ciclo de “pecado” con la conciencia limpia.
Algunos van más allá y se vuelven especialmente generosos. Halagan con obsequios a los representantes eclesiásticos, a la vez que contribuyen con cuantiosas limosnas y ayudas materiales para el mejoramiento de los santuarios. Todo esto en aras de estar bien con sí mismos y con Dios.
No soy digno de cuestionar si el Creador perdona o no a protagonistas como los descritos. Lo que sí creo es que nuestras leyes deben ser claras y precisas en la tipificación de delitos. Y que el sistema de procuración de justicia debe hacer todo lo posible para que paguen por sus crímenes aquellos que resulten culpables. “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Es un hecho que México padece una profunda crisis de corrupción e impunidad que no debemos permitir continúe sujeta únicamente a la justicia divina. Debemos exigir castigo terrenal para todos, lo mismo para quien se enriquece con dinero del erario, comete fraude en contra de los consumidores o acepta “moches” a cambio de contratos de obra pública.
Estamos a un año que concluya el mandato del presidente Enrique Peña Nieto. Su gobierno, los de los Estados, así como los representantes legislativos federales y estatales han dado largas para que entre en funcionamiento el llamado Sistema Nacional Anticorrupción. Esto comprueba la falta de voluntad política para frenar el grave flagelo que padecemos los mexicanos.
El fiscal anticorrupción debió nombrarse desde 2014 y es fecha en que aún no se hace. Todas las justificaciones para no hacerlo salen sobrando. En mi opinión ha sido un acto deliberado para que las cosas sigan igual.
Por si lo anterior fuera poco, con un grado de cinismo político sin igual, el Senado aprobó la semana pasada que un representante partidista pueda ser designado como nuevo fiscal electoral. Con ello se menosprecia el clamor ciudadano de “poner un hasta aquí”, pues queda claro la intención de designar a una persona que cubra las espaldas a quienes cometan actos fraudulentos durante el proceso electoral del 2018.
En un país verdaderamente democrático, todas las organizaciones civiles estarían en la calle protestando por la falta de compromiso de nuestros llamados “representantes” populares. Y es que de nada sirve tener instituciones creadas específicamente para atacar el problema de la corrupción, si éstas quedan en manos de personas cuya calidad moral es más que cuestionable, por más que vayan a misa todos los domingos.
Martes 21 de Noviembre de 2017
Cuenta la anécdota que un día una mamá escuchó a su hijo rogarle a Dios para que le trajera una bicicleta. Ella se acercó al niño y con angustia le dijo: “Hijo las cosas no funcionan así. En este mundo, nuestro Señor sólo concede el perdón a quien se arrepiente de verdad y lo pide humildemente. Nuestro Salvador no otorga cosas materiales”, subrayó.
Al día siguiente, el niño fue y se robó una bicicleta e inmediatamente después se dirigió a la iglesia más cercana para confesarse y obtener la absolución.
La historieta viene al caso porque algunos hombres de negocios y políticos actúan exactamente igual que el chiquillo. Engañan, roban y abusan del poder, entre otras cosas, y luego acuden a la iglesia de su preferencia a confesarse. Y al día siguiente -como si nada- inician un nuevo ciclo de “pecado” con la conciencia limpia.
Algunos van más allá y se vuelven especialmente generosos. Halagan con obsequios a los representantes eclesiásticos, a la vez que contribuyen con cuantiosas limosnas y ayudas materiales para el mejoramiento de los santuarios. Todo esto en aras de estar bien con sí mismos y con Dios.
No soy digno de cuestionar si el Creador perdona o no a protagonistas como los descritos. Lo que sí creo es que nuestras leyes deben ser claras y precisas en la tipificación de delitos. Y que el sistema de procuración de justicia debe hacer todo lo posible para que paguen por sus crímenes aquellos que resulten culpables. “Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”.
Es un hecho que México padece una profunda crisis de corrupción e impunidad que no debemos permitir continúe sujeta únicamente a la justicia divina. Debemos exigir castigo terrenal para todos, lo mismo para quien se enriquece con dinero del erario, comete fraude en contra de los consumidores o acepta “moches” a cambio de contratos de obra pública.
Estamos a un año que concluya el mandato del presidente Enrique Peña Nieto. Su gobierno, los de los Estados, así como los representantes legislativos federales y estatales han dado largas para que entre en funcionamiento el llamado Sistema Nacional Anticorrupción. Esto comprueba la falta de voluntad política para frenar el grave flagelo que padecemos los mexicanos.
El fiscal anticorrupción debió nombrarse desde 2014 y es fecha en que aún no se hace. Todas las justificaciones para no hacerlo salen sobrando. En mi opinión ha sido un acto deliberado para que las cosas sigan igual.
Por si lo anterior fuera poco, con un grado de cinismo político sin igual, el Senado aprobó la semana pasada que un representante partidista pueda ser designado como nuevo fiscal electoral. Con ello se menosprecia el clamor ciudadano de “poner un hasta aquí”, pues queda claro la intención de designar a una persona que cubra las espaldas a quienes cometan actos fraudulentos durante el proceso electoral del 2018.
En un país verdaderamente democrático, todas las organizaciones civiles estarían en la calle protestando por la falta de compromiso de nuestros llamados “representantes” populares. Y es que de nada sirve tener instituciones creadas específicamente para atacar el problema de la corrupción, si éstas quedan en manos de personas cuya calidad moral es más que cuestionable, por más que vayan a misa todos los domingos.