El TLCAN No Está Muerto
La Voz de la Frontera
Martes 31 de Octubre de 2017
Cada vez son más los que piensan que el presidente Donald Trump cumplirá su amenaza de retirar a su país del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). A esto se suman aquellos que consideran que si los EUA insisten en imponer condiciones sumamente desventajosas para nuestro país, lo mejor es que México abandone las negociaciones.
Durante su comparecencia ante el Senado de la República en la segunda semana del mes en curso, el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, afirmó que el país no podía aceptar “...que un Tratado de Libre Comercio deje de ser de libre comercio. Si se trata de introducir comercio administrativo, restricciones, aranceles, barreras, eso desvirtúa la naturaleza del acuerdo y eso no es lo que conviene a México; hay que estar preparados, por lo tanto, a decir que no y si es necesario, a levantarnos de la mesa y si es necesario, incluso, a salirnos del Tratado”.
Por separado el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, también ha refrendado la posibilidad de que se termine el TLCAN. Y lo mismo han dicho representantes del sector empresarial.
En este contexto, a espera de iniciar la quinta ronda de negociaciones, misma que será del 17 al 21 de noviembre en la Ciudad de México, reina el pesimismo respecto a si habrá continuidad o no del Tratado.
Considero que es de interés de las partes llegar a una renegociación exitosa. Soy de la idea que si los EUA estuvieran convencidos de que el Tratado les genera más perjuicios que beneficios, simplemente hubieran cumplido la amenaza de retirarse sin necesidad de entrar a un largo y tedioso proceso de renegociación.
La postura norteamericana en los temas más controversiales se conocía antes de iniciar las rondas de negociación. Esto es, se sabía que harían fuertes demandas encaminadas a reducir su déficit comercial, modificar las reglas de origen, desechar el mecanismo actual de solución de controversias y reintroducir aranceles y cuotas de manera selectiva. Lo único no contemplado fue la petición de introducir barreras de entrada a productos agropecuarios de acuerdo con estacionalidad y exigir elevar los salarios mínimos en México.
El pacto en vigor consta de 8 secciones, 22 capítulos y más de 2 mil páginas. Fuera de la información relativa a los grandes temas, después de cuatro rondas de negociación no sabemos nada sobre los pactos hechos hasta ahora, es decir, lo que ya está en letra chiquita. Y es un hecho que no se conocerán hasta que el acuerdo esté debidamente firmado y listo para ratificarse por las legislaturas respectivas.
La representación de EUA ha mantenido una línea dura de negociación, apegada a las promesas del presidente Donald Trump. Exigente a lo más, con la amenaza de retirarse si no se obtiene lo que busca. Un estilo de negociar agresivo, propio de la experiencia empresarial del mandatario, la cual -según él mismo- le ha permitido alcanzar sus éxitos.
La verdad no hay motivo para esperar que la forma de negociar de EUA cambie en las próximas rondas. Serán difíciles, mas no imposibles de alcanzar acuerdos. El hecho de haber convenido extender el plazo para llevar a cabo la sexta y séptima ronda hasta 2018, confirma que aún existe disposición, aunque cada parte sabe hasta dónde ceder y dar.
Soy escéptico de las intenciones de los funcionarios mexicanos, pues si bien establecen reservas en cuanto a lo que están dispuestos a conceder tratándose de los grandes temas, guardan total hermetismo sobre lo particular. En otra colaboración en este medio hice referencia al interés de EUA de obtener mayores garantías para las inversiones extranjeras, particularmente las relacionadas al sector energético. En especial, blindarlas contra cambios que pudiera buscar un gobierno opuesto a las políticas económicas que hoy predominan. Y curiosamente, un mes después Kenneth Smith Ramos, el principal negociador del país, dijo que México buscaba agregar al TLCAN la apertura del sector de energía del presidente Peña Nieto, lo que proporcionaría una certeza legal adicional a los inversionistas privados y extranjeros.
No sabemos si el compromiso energético quedó plasmado en la cuarta ronda o si se utilizará más adelante como carta de negociación. Lo que sí está claro es la disposición del gobierno mexicano a ofrecer o aceptar acuerdos que son, por decir lo menos, social y políticamente altamente sensibles. Por esto y más, considero que el TLCAN no está muerto.
Martes 31 de Octubre de 2017
Cada vez son más los que piensan que el presidente Donald Trump cumplirá su amenaza de retirar a su país del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). A esto se suman aquellos que consideran que si los EUA insisten en imponer condiciones sumamente desventajosas para nuestro país, lo mejor es que México abandone las negociaciones.
Durante su comparecencia ante el Senado de la República en la segunda semana del mes en curso, el secretario de Relaciones Exteriores, Luis Videgaray, afirmó que el país no podía aceptar “...que un Tratado de Libre Comercio deje de ser de libre comercio. Si se trata de introducir comercio administrativo, restricciones, aranceles, barreras, eso desvirtúa la naturaleza del acuerdo y eso no es lo que conviene a México; hay que estar preparados, por lo tanto, a decir que no y si es necesario, a levantarnos de la mesa y si es necesario, incluso, a salirnos del Tratado”.
Por separado el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, también ha refrendado la posibilidad de que se termine el TLCAN. Y lo mismo han dicho representantes del sector empresarial.
En este contexto, a espera de iniciar la quinta ronda de negociaciones, misma que será del 17 al 21 de noviembre en la Ciudad de México, reina el pesimismo respecto a si habrá continuidad o no del Tratado.
Considero que es de interés de las partes llegar a una renegociación exitosa. Soy de la idea que si los EUA estuvieran convencidos de que el Tratado les genera más perjuicios que beneficios, simplemente hubieran cumplido la amenaza de retirarse sin necesidad de entrar a un largo y tedioso proceso de renegociación.
La postura norteamericana en los temas más controversiales se conocía antes de iniciar las rondas de negociación. Esto es, se sabía que harían fuertes demandas encaminadas a reducir su déficit comercial, modificar las reglas de origen, desechar el mecanismo actual de solución de controversias y reintroducir aranceles y cuotas de manera selectiva. Lo único no contemplado fue la petición de introducir barreras de entrada a productos agropecuarios de acuerdo con estacionalidad y exigir elevar los salarios mínimos en México.
El pacto en vigor consta de 8 secciones, 22 capítulos y más de 2 mil páginas. Fuera de la información relativa a los grandes temas, después de cuatro rondas de negociación no sabemos nada sobre los pactos hechos hasta ahora, es decir, lo que ya está en letra chiquita. Y es un hecho que no se conocerán hasta que el acuerdo esté debidamente firmado y listo para ratificarse por las legislaturas respectivas.
La representación de EUA ha mantenido una línea dura de negociación, apegada a las promesas del presidente Donald Trump. Exigente a lo más, con la amenaza de retirarse si no se obtiene lo que busca. Un estilo de negociar agresivo, propio de la experiencia empresarial del mandatario, la cual -según él mismo- le ha permitido alcanzar sus éxitos.
La verdad no hay motivo para esperar que la forma de negociar de EUA cambie en las próximas rondas. Serán difíciles, mas no imposibles de alcanzar acuerdos. El hecho de haber convenido extender el plazo para llevar a cabo la sexta y séptima ronda hasta 2018, confirma que aún existe disposición, aunque cada parte sabe hasta dónde ceder y dar.
Soy escéptico de las intenciones de los funcionarios mexicanos, pues si bien establecen reservas en cuanto a lo que están dispuestos a conceder tratándose de los grandes temas, guardan total hermetismo sobre lo particular. En otra colaboración en este medio hice referencia al interés de EUA de obtener mayores garantías para las inversiones extranjeras, particularmente las relacionadas al sector energético. En especial, blindarlas contra cambios que pudiera buscar un gobierno opuesto a las políticas económicas que hoy predominan. Y curiosamente, un mes después Kenneth Smith Ramos, el principal negociador del país, dijo que México buscaba agregar al TLCAN la apertura del sector de energía del presidente Peña Nieto, lo que proporcionaría una certeza legal adicional a los inversionistas privados y extranjeros.
No sabemos si el compromiso energético quedó plasmado en la cuarta ronda o si se utilizará más adelante como carta de negociación. Lo que sí está claro es la disposición del gobierno mexicano a ofrecer o aceptar acuerdos que son, por decir lo menos, social y políticamente altamente sensibles. Por esto y más, considero que el TLCAN no está muerto.